
Por: María del Pilar Miranda
Por décadas, las mujeres han venido luchando, ya sea de manera individual o colectiva, para eliminar las brechas de género en todo el mundo; es decir, las disparidades en el acceso a oportunidades en comparación con sus pares los varones. Un largo camino se ha recorrido, tanto en el ámbito privado como público, sin embargo, quedan en agenda temas específicos por abordar.
En el proceso de alcanzar independencia económica, las mujeres toman decisiones que cambian su ritmo de vida. Cuando por fin se deciden a tomar las riendas de sus historias, trazan el camino hacia su libertad y felicidad, donde por cierto, no solo labran opciones para sí mismas sino también para su entorno inmediato. Al empoderarse, cobran consciencia de sus derechos, exigiéndolos en las instancias correspondientes para aprovechar oportunidades de educación y empleo. El recorrido hacia la independencia económica no ha estado exento de dificultades, pero sin duda, las ha convertido en ciudadanas protagonistas.
Cuando las mujeres emprenden, es decir, hacen suya una iniciativa económica con la cual labrar su porvenir, juegan un rol clave no solo por su alto potencial emprendedor matizado por el coraje, la perseverancia y la voluntad, sino por el propósito colocado, ya que como pilares de su familia, son motores de prosperidad y bienestar. En nuestro país, muchas mujeres asumen la responsabilidad de ser jefas de hogar y sacar adelante a todos los miembros de la familia.
Según un informe de ONU MUJERES del año 2017, más de un tercio de la población económicamente activa (PEA) ocupada y femenina, trabaja de forma independiente gestionando su propio negocio. Se menciona además que las mujeres suelen iniciar emprendimientos por la necesidad de obtener ingresos que cubran las necesidades de sus familias. Asimismo se afirma que en cuanto al acceso al crédito, las mujeres reciben en promedio montos inferiores a los hombres.
Es por ello que sigue siendo un reto incluir a las mujeres al mundo laboral con el paquete completo de derechos; como también facilitar condiciones, sobre todo en medio de esta pandemia, para re-impulsar emprendimientos que por efectos del COVID-19 se han visto perjudicados, llegando a cerrar definitivamente al volverse insostenibles. El re-impulso tiene que responder a los objetivos de desarrollo sostenible, tanto el relacionado a igualdad de género (N° 5) como el que abriga medidas que contribuyan al trabajo decente y el crecimiento económico (N° 8).
YMCA no es ajena a la situación de las mujeres en el país. Ha permanecido atenta a cambios trascendentales en la patria y ha trabajado con ahínco a favor de muchas mujeres en situación de pobreza y vulnerabilidad en Lima, Arequipa y Trujillo, desde programas de inclusión y desarrollo comunitario.
Junto a las protagonistas, YMCA contribuye a las transformaciones que el mundo requiere, a través de formación en habilidades socioemocionales, capacitación relevante en modelos de negocio, asesoría especializada y acceso a préstamos solidarios. Al desplegar las mujeres sus capacidades con entusiasmo, valentía y tesón, se abona el terreno del empoderamiento que moviliza su autonomía e independencia económica. Y luego, florecen.