
Por: Rocío Solís
Lo tuvimos claro a pocos días de iniciado el aislamiento social obligatorio decretado por el Estado peruano, como medida llamada a prevenir la propagación del virus SARS-COV-2 que produce el temido COVID-19. YMCA, que empodera a poblaciones en situación de pobreza y vulnerabilidad, sabía que las casi 3 mil personas atendidas en Lima, Arequipa y Trujillo con programas y proyectos de inclusión y desarrollo comunitario, afrontarían serias dificultades al no proveerse del dinero diario ganado con esfuerzo.
Por ello, las autoridades de YMCA tomaron la decisión de contribuir con la seguridad alimentaria de las familias que en situación de mayor dificultad se encontraban. El Estado anunció en paralelo, los bonos para quienes estuvieran contenidos en el sistema de focalización de hogares. Seamos claros, el Estado peruano no dispone de data fiable en torno a quiénes califican o no como pobres hoy. Por ello, no resultó extraño que apenas 26% de las familias que YMCA atiende, accediera a tales bonos. Luego de valorar cuando menos diez criterios, se identificó a quienes se facilitó ayudas monetarias excepcionales (AME) para que sean destinadas a la compra de víveres y elementos de primera necesidad.
Tras el despliegue de la campaña de procuración de fondos #UnClickDeDistancia, se obtuvo importantes recursos para sostener al público que recibiera las primeras dos AME entre abril y mayo. Así, en tres oportunidades más hasta inicios de julio, 50 familias en Socabaya, Arequipa; 37 familias en El Milagro, Trujillo; 63 familias en Independencia y Lima Cercado, 10 personas trans y 19 niñas amparadas en la Casa Hogar Talita Kum, han accedido a importantes recursos para garantizar su seguridad alimentaria. Las dos últimas ayudas para 150 familias a nivel nacional han sido posibles gracias a Humedica.
Frases muy duras han sido escuchadas en este tiempo. “O morimos de hambre o morimos de COVID-19”. En tiempos de crisis, los recursos deben ser sabiamente compartidos, de modo que nos correspondamos con las enseñanzas de Jesucristo: cuando los hermanos pasaban hambre y sed, no fuimos indiferentes. Los testimonios de agradecimiento de todos quienes fueran atendidos, son una luz al final del túnel. Por cada sonrisa y cada mensaje de paz, ha valido absolutamente la pena sostener la estrategia de la seguridad alimentaria.